o de cómo hemos aprendido a volar (alto) en este tiempo ...
Hoy hace casi exactamente diez años – a falta de poco más de
un mes-, de ese preciso momento en el que abrimos al público el portón gigante
que da acceso al número 15 de la calle Aire de Sevilla. En esa mañana de otoño,
de puertas a afuera, lo único había era una tonelada de nubes y un silencio
sepulcral. Pero ni rastro de ser vivo alguno en la estrechez de una calleja que
tal vez sea la más angosta de Sevilla y, quién sabe, si del mundo entero.
De puertas a adentro, sin embargo, lo que sí había era un
equipo de gente (poca por aquel entonces), dispuesta a darlo todo por un sueño.
Un sueño que tardó tres años en materializarse puesto que tanto la adquisición
como el desarrollo de las obras de acondicionamiento de una casona del siglo
XVI que apenas sí se sostenía en pie requirieron un esfuerzo titánico en todos
los sentidos. Los clientes, curiosos ante la novedad de la inauguración de los
primeros baños árabes modernos del planeta, pronto empezaron a dejarse caer…
Pero con cuentagotas.
Ningún inicio de nada que merezca la pena es fácil y eso es
extensible a cualquier ámbito de la vida. Por descontado, también a los
negocios. Más todavía cuando eres pionero en algo en lo que tienes experiencia
cero. Por eso, en nuestro caso, durante mucho tiempo estuvimos celebrando todas
y cada una de las reservas que íbamos recibiendo. Y así, poco a poco, las cosas
empezaron a funcionar hasta el punto de sentirnos bastante seguros como para
atrevernos con otros triples mortales.
Abrir en Barcelona cuatro años más tarde fue algo
tremendamente importante para nosotros que, a fin de cuentas, éramos y seguimos
siendo, un grupo de amigos de Granada de toda la vida a los que un día, después
de un maratón de trabajo brutal, la noche y las copas se les quedaron cortas. A
la mañana siguiente, cuando nos echaron del hotel, alguien reflexionó en voz
alta sobre lo triste que era que no existiese en Sevilla un lugar al que
pudiésemos ir a relajarnos de verdad y a seguir disfrutando de las cosas buenas
de la vida. Así, tirando el hilo, surgió la idea-locura de crear un santuario
integral para el cuerpo y la mente. Un espacio mágico, elegante, con historia
pero adaptado al siglo XXI, con una decoración seductora y una iluminación tenue
en el que sumergirse de lleno en la tradición milenaria de los baños públicos
que con tanto acierto cultivaban nuestros antepasados árabes, romanos, griegos
y otomanos.
Diez años pueden ser muchos o muy pocos. Según se mire. Lo
que sí está claro es que es tiempo suficiente para que haya alas que crecen y
proyectos que despegan. En 2010 inauguramos Almería pero fue precisamente de
vuelta en Barcelona y al calor de unos dry martinis cuando se planteó el reto
de abrir en Nueva York. Un cóctel bien cargado siempre aclara las ideas o al
menos contribuye a envalentonar el espíritu. Y si ese espíritu es emprendedor
por naturaleza, entonces puede pasar cualquier cosa... Una llamada a uno de los
socios y una respuesta inmediata y contundente: “¡Pues venga!”, dispararon el
gatillo y allá que fuimos a localizar el emplazamiento idóneo. Solo esa tarea
nos llevó seis meses a los que siguieron otros cuatro de densísimas
negociaciones con el farragoso universo del real state neoyorkino. El trato no
llegó a buen puerto hasta que tres de los socios nos presentamos por fin en el
Nikki Beach de Saint Tropez para conversar en persona con el landlord, o sea,
el dueño y señor del edificio. Una botella de Moët Chandon y 20 minutos después
el tipo dijo que ese local a pie de calle del 88 de Franklin Street, en el puro
corazón de Tribecca, era nuestro.
Ahora sí, AIRE desplegaba sus alas en toda su envergadura y
alcanzaba velocidad de crucero hasta aterrizar con éxito en el centro de
Manhattan en mayo de 2012. El recibimiento que nos brindaron tanto la sociedad
neoyorkina, los medios de comunicación locales y muchísimas celebrities, es
algo que todavía nos cuesta procesar y que nos llena, creemos, de un merecido
orgullo.
Aquí y ahora solo nos queda agradeceros el apoyo
incondicional a todos los que, de una manera u otra, habéis contribuido a hacer
posible este sueño. Vosotros sabéis quiénes sois como también sabéis que
nuestras alas jamás hubiesen podido crecer sin vuestro aliento.
Estrenamos hoy una nueva etapa en nuestra casa madre, que es
vuestra casa también. Hemos ampliado y mejorado las instalaciones a conciencia
pero velando siempre por conservar al cien por cien su alma de bóvedas romanas,
artesonados mudéjares y paredes de piedra. Seguro que os podéis imaginar que
nos emociona profundamente poder ofreceros ahora la experiencia única de un
baño mirando de frente a la conmovedora belleza de la catedral de Sevilla.
6.747 kilómetros son los que separan nuestra querida Giralda
del centro de Chicago, nuestra próxima parada dónde tenemos previsto abrir el
año que viene. Y esto no es todo porque tenemos grandes planes de expansión
internacional que incluyen otras tantas localizaciones fabulosas, así que
dentro de nada volveremos a brindar juntos por esta y todas las buenas noticias
que están por venir.
Mientras tanto, ojalá sigáis haciendo vuestra nuestra
máxima: Live, love & fly.
Con todo el cariño,
todos los que somos Aire.